Carlos E. Paredes
1. La semana pasada diversas encuestadoras anunciaron que César Acuña había superado a Alan García en la intención de voto. La sorpresa causada por este resultado es tal vez lo que más sorprende, pues Acuña ya ha vencido al APRA en tres oportunidades y su partido, Alianza Para el Progreso, obtuvo el mayor número de autoridades municipales y regionales en las elecciones de octubre pasado. Acuña no es un “outsider” propiamente dicho, aunque para muchos limeños pareciera que sí lo es.
2. Al margen de las expectativas que puede generar Acuña y los problemas que viene afrontando García, este resultado muestra el creciente rol que tienen los movimientos regionales en la política peruana. Estos últimos están ocupando el espacio dejado por los partidos políticos nacionales, cuya presencia justamente a nivel nacional se ha ido debilitando (con la notoria excepción del fujimorismo). Sin duda, la contienda electoral recién empieza y es muy probable que la intención de voto fluctúe en los siguientes meses. Pero no por eso podemos dejar de lado el rol que tendrán los líderes regionales y la problemática regional en las siguientes elecciones generales.
3. En Lima tendemos a focalizar la atención en temas nacionales antes que en los regionales y miramos hacia el exterior antes que a nuestras provincias; esto ha contribuido a la disociación existente entre la capital y las regiones. Pareciera que en Lima muchos siguen pensando como si alguna variación de la famosa frase atribuida a Abraham Valdelomar, “El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, el Jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy yo…”, pudiese tener algo de sentido. Pues no lo tiene, los conflictos regionales y las elecciones recientes nos lo han demostrado hasta el cansancio.
4. Kuczynski lo tiene clarísimo; hace nueve meses cambió el nombre de su partido de Alianza por el Gran Cambio, que reflejaba una vocación de aliarse con partidos nacionales, a Peruanos Por el Cambio – PPK, indicando que había decidido prescindir de esos partidos y erigirse él como la figura política alrededor de la cual se consolidarían las alianzas con los movimientos regionales. De hecho, su símbolo partidario –PPK– realza el peso específico del líder, el caudillo. Y la verdad es que para la mayoría de los peruanos, el voto del 2016 no reflejará una opción entre partidos, ideologías o planes de gobierno, sino una elección entre caudillos: Acuña, García, Keiko, PPK, Toledo…
5. Pero para ganar, los caudillos además de no despertar mucho “antis”, deberán presentar algunas propuestas que resulten atractivas para la mayoría de los peruanos. Deberán plantear proyectos concretos que permitan reducir las enormes brechas que separan a las regiones de Lima y de la media nacional. Por ejemplo, en el 2013 la mitad de las regiones tenían un PBI per cápita que no llegaba al 50% del registrado en Lima. Actualmente, viajar por el Perú es como viajar en el tiempo: el PBI per cápita de Apurímac hoy equivale al del Perú en 1950 y hay otras tres regiones con un PBI per cápita similar al del Perú de hace cincuenta años.
6. Solo se podrá corregir esta situación si enfrentamos las principales barreras que frenan el flujo de inversión privada hacia las regiones. No lo solucionaremos con programas asistencialistas y, menos aún, con promesas populistas. El reto de los líderes regionales es hablar claro y decirnos cómo van a promover la inversión y la generación de puestos de trabajo en el interior del Perú, donde viven dos tercios de los peruanos.
Publicado en diario Gestión, 19 de noviembre de 2015.