Opinión: Cooperativa Cayaltí – todos los males juntos
Por : Nelson Torres
Entre los años 2003 y 2007 trabajé en la ex cooperativa Cayaltí. En ese momento, una sociedad anónima abierta, administrada por un fideicomiso. Encontramos la Empresa Cayaltí en los estertores de una muerte lenta, ocasionada por un cooperativismo muy mal entendido y peor implementado.
Luego de la transformación en cooperativas, todos los grandes ingenios azucareros (con excepción parcial de Andahuasi) iniciaron un largo proceso de declive y destrucción de las empresas. El gobierno peruano, mediante el Decreto Legislativo 802, de marzo de 1996, intentó encontrar una solución y empezó el proceso de transformación de las entonces cooperativas azucareras, en empresas de accionariado difundido. A la distancia se puede criticar o considerar adecuada la medida, lo cierto es que, en ese momento, casi todas las cooperativas azucareras se encontraban en una crisis terminal. Hoy en día, 26 años después de la medida, las ex cooperativas han seguido diferente rumbo. Algunas volvieron a ser agroindustrias eficientes y rentables, como Casagrande y Laredo, para citar dos casos exitosos en lo productivo y económico, y otras mantuvieron la condición de crisis hasta la actualidad, como es el caso de las cuatro ex – cooperativas azucareras ubicadas en la región Lambayeque.
Entre las cuatro ex – cooperativas azucareras lambayecanas, la situación más dramática se dio (y se sigue dando) en Cayaltí. La ex cooperativas Pomalca, Tumán y Pucalá, mantuvieron sus ingenios azucareros en producción y a pesar de las administraciones fraudulentas, los litigios judiciales y sociales, siguieron produciendo. Cayaltí no pudo mantener su ingenio produciendo. Fue abandonado a mediados de los años 90s y, adicionalmente, la empresa perdió casi la totalidad de sus campos de caña de azúcar.
Cuando llegué a trabajar a Cayaltí, la situación de la empresa era terrible. Un solo campo, de poco más de 100 Has, de caña de azúcar en condiciones adecuadas de producción. Alrededor de 1,000 Has de caña de azúcar abandonada, con más de 15 cosechas (cuando lo óptimo oscila entre seis y ocho), con productividades que podían ser, con algo de suerte, de un par de decenas de toneladas por hectárea. Campos abandonados, sin ningún trabajo de mantenimiento, con la caña de azúcar creciendo como mala hierba. La producción era vendida a pequeños cosechadores – acopiadores, en condiciones usualmente fraudulentas. La mayor parte del área agrícola de la empresa, más de 3,500 Has completamente abandonada o invadida; algunos campos con una impresionante cobertura boscosa…
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