Examen tendrán
Richard Webb
Examen tendrán”, anunció el presidente García, refiriéndose a los maestros que contratará el sector público. La semana antes se había anunciado que la selección se limitaría a los que aprobaron en el tercio superior los estudios para el magisterio. Ahora, con el examen “riguroso y sin favoritismos”, que sería aplicado en todo el país por la Escuela Superior de Administración de Negocios (ESAN), se eliminaría el tarjetazo, partidismo, compadrazgo, la parentela y la corrupción para vender puestos.
El anunciado examen es un paso trascendente, pero también el mero inicio de un largo camino hacia la buena educación pública. Una razón es que tiene mucha mayor importancia enfocarse en los maestros ya nombrados que en los que se incorporarán al magisterio en las próximas décadas.
Ciertamente, la evaluación previa asegurará que los nuevos maestros sean de alta calidad, pero la gran mayoría del magisterio futuro ya se encuentra nombrado y serán ellos los que seguirán educando al niño peruano durante los próximos diez a veinte años. Se calcula que el número de maestros nuevos será apenas de unos 3,000 a 3,500 al año, cifra equivalente a apenas el 2% del magisterio total. La poca necesidad de nuevos maestros se debe a que la población en edad escolar del país se reducirá durante los próximos diez años, reduciendo así la matrícula y limitando la necesidad de nuevos profesores al mínimo necesario para reemplazar a los pocos que se retirarán o morirán.
El cumplimiento de las metas educativas del presidente García, y también de los próximos dos presidentes, estarán en manos de los 300.000 maestros ya nombrados. Hasta el año 2020, la urgente necesidad de elevar la calidad de la enseñanza básica en el Perú se logrará en la medida en que se consiga un mejor rendimiento de los profesores ya nombrados, quienes, como lo indican tanto las recientes evaluaciones como el bajo nivel de aprendizaje de los niños peruanos, es un grupo humano que tiene graves carencias de aptitudes, preparación y conocimientos.
Los obstáculos para lograr ese mayor rendimiento no se limitan a las deficiencias profesionales del magisterio actual. Quizás más importante es el ineficiente manejo de ese personal. El magisterio es un ejército, el más grande del país, y como sucede con cualquier equipo humano, la productividad depende en gran parte de la disciplina, la motivación y el buen criterio de los que la administran. Lamentablemente, las evaluaciones que se acostumbra efectuar se limitan al personal y no alcanza a sus jefes, práctica tan absurda como sería evaluar solo a los jugadores de un equipo y nunca a su entrenador. En ese sentido, la resistencia de los profesores a las evaluaciones tiene un elemento de justicia. La demora en la aplicación de las evaluaciones no se ha debido solamente a la resistencia del sindicato. También ha influido la antipatía de muchos pedagogos, conocedores de lo difícil que es definir y medir el arte de la enseñanza y, por lo tanto, de lo burdo y equivocado que puede ser un examen masivo de conocimientos generales como instrumento de evaluación.
Como en todo arte, la calidad surge de cualidades intuitivas y emotivas, de la empatía y habilidad para la comunicación, de la capacidad para generar autoestima entre niños, de saber estimular y promocionar a la persona entera de cada alumno. El reto del “examen tendrán”, entonces, consistirá no solo en llevar a cabo la evaluación propuesta sino en extenderla para que no se limite a conocimientos intelectuales y que abarque, además, esa compleja diversidad de cualidades humanas que definen al buen maestro.
Publicado en El Comercio, 25 de febrero 2008.